Una
mañana como otra cualquiera, la Tierra despertó y abrió los ojos.
En
vez de quedarse mirando hacia el infinito universo, se detuvo a observarse a sí
misma.
Se
vio tal cual era, aplastada por los polos y abultada por el ecuador, aunque
apreció grandes cambios que la dejaron pensativa. Comprobó que sus aguas ya no
eran tan limpias como antes, y como los animales marinos morían a causa de los
grandes derramamientos de petróleo y de la enorme contaminación en que vivían.
Los
bosques se empobrecían cada vez más a causa de la indiscriminada tala a la que
eran sometidos, y los lugares donde aún quedaban árboles en pie corrían el
mismo riesgo de las zonas áridas. El aire se volvía irrespirable, la capa de
ozono desaparecía en grandes dimensiones. Y todo esto ocurría a causa de la
contaminación ambiental. Se sintió más caliente, pues su temperatura había
aumentado debido al calentamiento global. Nuestro planeta se sintió desesperado
al ver tantos animales que morían al ser cazados o quedaban sin hogar ni
comida.
De
pronto se dio cuenta de que estaba en peligro de extinción al igual que los
pobres e indefensos animales. El pánico ante su desaparición lo motivó a
encontrar el único y gran culpable de todos los males: el hombre, ése que se
jactaba de ser el único animal racional.
La Tierra pensó vengarse.
Provocaría
terremotos, maremotos, erupciones volcánicas, lluvias prolongadas, sequías
interminables y un sinfín de calamidades que borrarían toda presencia humana. Pero
seguidamente se puso a reflexionar y se dio cuenta de que todos los hombres no
eran iguales, y que al hacer esto pagarían justos por pecadores. Sabía que en
este planeta donde vivimos muchas personas luchaban hasta lo imposible por
salvarlo, que no todos los humanos carecían de conciencia; muchos sentían amor
y respeto por cada detalle de la naturaleza, por cada ser viviente, y que no
sólo pensaban en expandirse y enriquecerse a cualquier costo.
Pensó
que si fuéramos menos derrochadores, más preocupados y conscientes por lo que
hacemos a diario, si todos los países se esforzaran por cumplir los acuerdos a
favor del medio ambiente, si tal vez nos diéramos cuenta de algunos errores que
no tienen marcha atrás, el mundo mejoraría considerablemente. El globo
terráqueo pensaba que a lo mejor los humanos no se daban cuenta del daño que se
hacían a sí mismos, pues al paso del tiempo las generaciones venideras
conocerían un mundo gris, triste, desolado, destruido y llegarían a escuchar
historias que parecerían increíbles acerca de la existencia lejana ya de un
planeta azul que impresionaba por su belleza.
Todo
esto y mucho más pensó la Tierra mientras permanecía con los ojos abiertos. Entonces
decidió cerrarlos, entregarse con confianza a los esfuerzos que se hacían por
detener toda destrucción, y ayudar en todo lo concerniente a ella para continuar
siendo tan bella como siempre lo había sido.
Esto
es más bien una reflexión para cada ser humano. Y hacer consciencia que estamos
haciendo o dejando de hacer por nuestro
Planeta Tierra.
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