sábado, 28 de diciembre de 2013

Clases de Metafísica



Te invitamos a participar en las cursos de Metafísica, de 1ro, 2do, 3ro y 4to nivel que consta de tres meses cada uno, el cual dará inicio el 16 de Enero del 2014 de 10:00 am. a 12:00 pm.

Cupo limitado

Informes Aquí



jueves, 31 de octubre de 2013

Lecura de Tarot en vivo: Vida después de la Vida

¡Hola!

Este viernes 1 de Noviembre no te pierdas el programa de Radio "A Todo Dar" por http://www.radiomorir.com/ a las 6:00 p.m. hora de México, donde estaremos tratando el interesante tema "Vida después de la Vida" y se estarán contestando tus preguntas en vivo,  también tendrás la oportunidad de saber a través del Tarot sobre los seres queridos que ya no están contigo así como saber el cómo se encuentran.

!No te lo pierdas¡


martes, 8 de octubre de 2013

¡Hoy es día de cambios


¡Hoy es... el primer día del resto de tu vida!

Se dice que el hombre es el arquitecto de su propio destino.  Sin embargo, a menudo edificamos nuestro destino como si fuésemos peones de albañil,  más que inspirados arquitectos. La mayoría de la gente suele actuar como si el futuro fuera algo que le va a suceder fatalmente  y en lo cual no se puede intervenir,  no quedando más remedio que esperarlo y reaccionar ante lo que nos ofrezca.

Afortunadamente hay gente diferente, que cree que el futuro es un reto que se está afrontando y construyendo con nuestras actitudes y actividades cotidianas. Es gente que acciona, no que reacciona.

Las personas que esperan el futuro en lugar de construirlo, parece como si los ojos los tuviesen en la nuca; ven  demasiado hacia el pasado, pues eligen  y explican su presente en función de lo que han sido y no de lo que quieren ser.

En cambio, las personas que sí ven hacia delante,  ven el presente como una preparación para el futuro, más que como una consecuencia del pasado.  Muchas personas creen que su futuro está ya comprometido por los errores cometidos y el tiempo desperdiciado en el pasado.  Pero ¿qué caso tiene dejarse influir tanto por el pasado?

El pasado ya no lo podemos manejar, porque está ya concluido  y nada lo va a modificar.  Pero el futuro sí vale la pena, porque aún no sucede y está íntimamente ligado con lo que hacemos ahora. Además nunca es tarde para mirar la vida con una mejor perspectiva. ¿Crees que en el pasado has perdido mucho el tiempo, que has dejado de estudiar desde hace varios años, que has desaprovechado valiosas oportunidades y que has cometido errores garrafales? Pues bien, no eres ningún extraterrestre,  a todos nos ha sucedido lo mismo, y hemos aprendido de ello.

El pasado es valioso sólo como fuente de experiencias;  pero no dejes que te ate con su grillete de lamentaciones, ni te escondas en él para huir de tu presente.  El ayer es el ayer y nada lo va a modificar.  Pero tu presente y futuro te pertenecen,  porque la vida comienza cuando uno define lo que realmente quiere de ella.


Es cierto que el tiempo es eterno; pero para ti apenas está comenzando, porque… Hoy es el primer día del resto de tu vida.

LA AMISTAD ES COMO UN JUGO DE NARANJA



Cuando exprimes una naranja nunca esperas obtener jugo de limón o de piña o de ninguna otra fruta que no sea naranja. Sólo puedes obtener lo que tiene en su interior. Vamos a suponer que tú eres esa naranja, ¿Qué es lo que tienes en tu interior? ¿Eres una naranjita llena de amor para ti mismo y para los demás? ¿Eres una naranja fresca y llena de jugo, dispuesta a compartirlo todo con los demás o temes que si das un poquito de tu jugo se acabe y no te quede nada para ti mismo?

Tú no puedes dar nada que no tengas en tu interior, ni podrás obtener de los demás nada si no estás dispuesto a compartir lo que tienes. Es por eso que antes de que pretendas ser amado, debes empezar por llenarte de amor, de compasión, de perdón y de confianza en ti mismo. Sólo una persona que se ama a sí misma puede dar y recibir amor. Si estás lleno de amor, eso es lo que tienes para darle a los demás.

Es el amor por ti mismo lo que atraerá personas que te amen. La autoestima es la base para una relación exitosa y el ingrediente indispensable para el amor. Amarte a ti mismo es respetarte tal y como eres y reconocer tus debilidades y tus defectos para poder superarlos. Amarte es sentirte bien con lo que eres y tener un sentimiento general de que lo que haces está bien y que eres una buena persona.

Amarte no es andar de presumido por ahí alardeando. A esa gente más bien le falta amor propio y está desesperada por conseguirlo. Amarte es tener compasión por ti mismo. No me refiero a sentir lástima por ti mismo, más bien a entender que si cometes un error, sabes que estás haciendo lo mejor que puedes y te perdonas. Amarte es admitir que eres imperfecto  pero único y valioso. Amarte es saber que mereces ser respetado, amado y valorado por los demás.

Amarte es saber qué es lo que quieres en la vida y trabajar para obtenerlo. Amarte es consolarte a ti mismo, confortarte y saber que pase lo que pase, nunca vas a rendirte. Amarte es cuidar tu cuerpo, tu salud, tus pertenencias, tus sueños. Amarte es creer que tú eres una persona importante y que tienes un propósito para estar aquí. Amarte es ser considerado con los intereses de los demás pero nunca ponerlos delante de los tuyos. Amarte es sentir que mereces ser, tener y hacer lo mejor de lo mejor. "Respetarte a ti mismo quiere decir que tienes un romance secreto contigo"


Wayne Dyer

Las Plantas se parecen a las Almas



Fíjate bien, ¡y verás cómo las plantas se parecen a las almas! Hay arbustos fuertes, erguidos, desafiantes…  pero ante los días de lluvia, de fuertes ciclones, de tormenta, caen despedazados, inertes, incapaces de retoñar jamás.

Los hay menos corpulentos, menos ostentosos, menos llamativos,  pero que parecen hechos de una sola pieza… raíz desde lo profundo hasta la copa.  Afrontan la tormenta, se tambalean, se desgajan y pierden hojas, pero permanecen en pie, esperando mejor tiempo para reconstruirse.  ¡Y si se parten, por esa misma herida empiezan a florecer cuando llega la primavera!


Los hay siempre enredados en otros, acaparando, ahogando, absorbiendo la savia que circula y los jugos que los nutren.  Y suben, cada vez más alto, pero siempre trepados, enredados. Y los hay libres, escogidos, que necesitan estar solos con su tierra, su humedad, los rayos dorados del sol.  ¡Eso les basta!

PERSONAS FELICES VS PERSONAS INFELICES


¿Cuál es la diferencia entre las personas felices y las personas infelices?

1. AMOR vs MIEDO
Las personas que felices tienen menos miedo y más amor. Ellos ven cada momento, cada reto, cada persona, como una oportunidad para descubrir más sobre sí mismos y el mundo que les rodea.

2. ACEPTACIÓN vs RESISTENCIA
Las personas felices entienden que no se puede cambiar una situación por resistirse a ella, pero sí mediante su aceptación y por la comprensión de que podría haber una razón para su existencia.

3. PERDÓN vs FALTA DE PERDÓN
La gente muy feliz sabe que no es saludable aferrarse a la ira. Eligen perdonar y olvidar, comprenden que el perdón es un regalo que se dan a sí mismos en primer lugar.

4. VERDAD vs DUDA
Ellos confían en sí mismos y en la gente que les rodea. No importa si hablan con la señora de la limpieza o con el presidente de una empresa, de alguna manera siempre dejan la sensación que la persona con quien interactúa es alguien único y especial para ellos.

5. SIGNIFICADO vs AMBICIÓN
Ellos hacen lo que hacen por el significado que aporta a sus vidas y porque obtienen un sentido de propósito al hacerlo. Entienden que "Hacer lo que te gusta es la piedra angular para tener abundancia en tu vida".

6. ELOGIO vs CRÍTICA
Ellos no critican la ausencia de la conducta que quieren reforzar, sino más bien, cada vez que el comportamiento está presente, saben alabar a la persona y la conducta, y así refuerzan el comportamiento positivo.

7. DESAFÍOS vs PROBLEMAS
Las personas felices ven los problemas como retos para explorar nuevas formas de hacer las cosas, expresando su gratitud, y entendiendo que son oportunidades que les permiten crecer.

8. DESINTERÉS vs EGOÍSMO
Ellos hacen lo que hacen no por sí mismos, sino para el bien de los demás, asegurándose de dar sentido, empoderamiento y felicidad en la vida de muchos. Buscan maneras de compartir lo mejor de ellos con el mundo.

9. ABUNDANCIA vs POBREZA
Tienen una mentalidad abundante y viven una vida equilibrada, logrando abundancia en todas las áreas de la vida.

10. SOÑAR EN GRANDE vs SER REALISTA
Estas personas realmente no se preocupan acerca de ser realistas. Ellos aman y se atreven a soñar en grande, siempre escuchan a su corazón e intuición y la grandeza de sus logros asusta a muchos.

11. BONDAD vs CRUELDAD
Ellos son amables con ellos mismos y con los demás y entienden el poder del amor a sí mismo, del perdón a sí mismo y de la aceptación de sí mismo.

12. GRATITUD vs INGRATITUD
No importa donde miren, no importa dónde se encuentren o con quién, ellos tienen la capacidad de ver belleza donde la mayoría de nosotros sólo ve fealdad. Oportunidades, donde la mayoría de nosotros sólo ve luchas. Abundancia, donde la mayoría de nosotros sólo ve carencia. Y expresan su gratitud por todo ello.

13. PRESENCIA/COMPROMISO vs RETIRADA
Ellos saben cómo vivir en el momento presente, apreciando lo que tienen y dónde se encuentran, sin dejar de tener grandes sueños sobre el futuro.

14. POSITIVIDAD vs NEGATIVIDAD
No importa lo que pase, ellos siempre parecen mantener una perspectiva positiva en todo y por ello tienden a irritar mucho a la gente negativa y "realista".

15. ASUMIR LA RESPONSABILIDAD vs CULPAR
Toman la plena posesión de sus vidas y raramente usan excusas. Las personas felices entienden que en el momento que elijas culpar a una fuerza externa por lo que te está sucediendo, de hecho, entregas todo tu poder. Ellos optan por mantener su poder y asumen la responsabilidad de todo lo que les sucede.


LA CULPA



LA CULPA, ESE SENTIMIENTO QUE NOS PUEDE CONDUCIR A CUALQUIER PARTE…
COMER CON CULPA, NO GOZAR POR CULPA, SENTIRNOS CULPABLES HASTA DE ESTAR SANO FRENTE A UNA PERSONA ENFERMA ¿POR QUÉ ES TAN FUERTE? ¿CÓMO PUEDO CAPITALIZAR LA CULPA?, UNA NOTA PARA LEER LIBREMENTE… “SIN CULPA”

En nuestra vida experimentamos multitud de situaciones que nos despiertan sentimientos y emociones. Unos son de alegría y regocijo, y estimulan la risa e incluso el llanto de emoción. Otros son de tristeza y dolor, y nos llevan al silencio y al desconsuelo. Esto último sucede con el sentimiento de culpa. Cuando aparece, si no se sabe manejar correctamente, puede conducirnos al bloqueo y al encierro en nosotros mismos. Ser consciente de ello nos ayudará a superarlo y a encauzar el juicio sobre nuestra persona sin convertir la culpa en castigo.

¿Por qué la culpa es tan fuerte?

La culpa está conectada con el instinto de muerte y con la autodestrucción. Mal asumida, arrastra a la persona a la pasividad, dejándola en una situación de indefensión y a merced de que alguien o algo externo le libere de ella. Esa persona, ideología o creencia alcanza tal poder que impedirá ejercer la propia responsabilidad.

El sentimiento de culpa nos influye tanto porque tenemos miedo a ser abandonados y nos dificulta el responsabilizarnos de nuestra propia vida. Se teme al abandono pues la necesidad de ser amados y aceptados es una aspiración innata en todos nosotros, y cuando la culpa se interioriza contra nosotros mismos, dejamos de creer en nuestra valía personal y nos juzgamos no merecedores del amor. Como consecuencia, intentamos ser como creemos que las otras personas quieren que seamos, y así evitar que nos abandonen. Pero sucede que nuestra verdadera forma de ser termina manifestándose, y el miedo al abandono se incrementa.


Surge entonces la agresividad hacia uno mismo a través del autorreproche y la crítica constante, con el propósito de redimirse y ser capaz de ser dueño de la propia vida. Pero sólo se consigue interiorizar cada vez más la des valoración personal, y la redención nunca llega, pues buscamos que alguien nos libere. Y no es posible, ya que es la culpa la que nos impide ser libres, no los otros.

¿Cómo sabemos que la culpa nos amenaza?

Señales físicas (presión en el pecho, dolor de estómago, de cabeza, de espalda), señales emocionales (nerviosismo, desasosiego, agresividad, irascibilidad) y señales mentales (pensamientos de autoacusaciones y auto reproches) nos alertan de que la culpa está siendo mal administrada. Es más probable que sea así cuando mantenemos un sistema de pensamiento polarizado (pensamos que las cosas son blancas o negras, buenas o malas, y no admitimos el término medio); negativo (tan sólo tenemos en cuenta los detalles negativos y además los magnificamos, sin atender a los aspectos positivos); rígido (nos basamos en un sistema de normas estricto donde el deber prevalece en todas nuestras acciones), sobredimensionado (abandonamos la responsabilidad de nuestra vida y pasamos a responsabilizarnos de las vidas de los demás y de cuanto ocurre a nuestro alrededor) o perfeccionista (el nivel de exigencia lo colocamos en la perfección y ésta en todos los actos que llevemos a cabo).

Como todo sentimiento, la culpa está precedida y es consecuencia de la escala de valores con que nos regimos en la vida. Si se produce un desencuentro entre nuestro ideal de cómo ha de ser nuestro comportamiento y la realidad vivida, causará dolorosos conflictos personales que desembocarán en la generación de alguna de las tres maneras de reaccionar ante los acontecimientos:

• Reacciones intrapunitivas: nos sentimos culpables exclusivos de todo lo ocurrido.
• Reacciones extrapunitivas: culpabilizamos de todo, inclusive de nuestros males, a los demás, como forma de des responsabilizarnos ante lo sucedido.
• Reacciones impunitivas: pensamos que nadie tiene la culpa de nada, que son las circunstancias sin más. Esta forma de razonar puede tener de bueno el conseguir descargar el agobio y no hacer más penosa la situación, pero como contrapartida, y habrá que estar alerta, se puede caer en la simplificación y la irresponsabilidad.

Culpa sí, pero no castigo

Cuanta mayor concordancia exista entre nuestro pensar y actuar, y cuanto más lejos se mantenga nuestro razonamiento de absolutos, rigideces y perfeccionismos, menos veces se nos generará el sentimiento de culpa. Pero sin duda, cuando somos incoherentes, el sentimiento de culpa aparece. En ese momento, en la medida en que aparquemos la descalificación y el castigo, nos liberaremos de la paralización y mantendremos la suficiente fluidez interna que nos llevará a abordar nuestras faltas de coherencia como problemas a resolver y no como losas autodestructivas.

Ahora bien, incluso practicando lo anterior no estamos exentos de que se nos encienda esa señal de la culpa con capacidad de ser dolosa. El problema no radica en sentirla, sino en cómo afrontamos su presencia.

Cuando se presenta la culpa, el reto es convertir ese sentimiento en:

• Una señal, que sirve para cuestionarnos cómo hacemos lo que estamos haciendo. A veces es bueno que nos encontremos en entredicho: las revisiones personales posibilitan nuestro enriquecimiento.
• Un momento de reflexión y análisis de por qué nos surge, sin entrar a desvalorizarnos ni a hundirnos en el desasosiego y el sufrimiento.
• Un diálogo interior que nos lleve a designar y concretar cuál es la conducta por la que sentimos la culpa.
• La búsqueda de soluciones, o en su defecto alternativas a cómo reparar el daño causado.
• La petición de perdón a las personas afectadas por nuestra conducta.

Si el sentimiento de culpa nos afecta de tal forma que nos conduce a una situación emocional que nos impide un análisis claro, conviene acudir a un profesional para que pueda ayudarnos a encontrar las soluciones adecuadas.

Sacar lo positivo de la culpa

Si ante la culpa no ejercemos nuestra responsabilidad y nos sumimos en la paralización del miedo, caeremos en la descalificación personal (somos malos, egoístas....) y en el autocastigo (agresividad que provoca sufrimiento). Pero también podemos ver en su manifestación una función saludable, pues nos hace conscientes del conflicto y, a partir de ahí, seremos capaces de analizar las soluciones y dar los pasos oportunos que restablezcan nuestro vivir coherente.



Podremos descubrir que la trasgresión de la norma que provoca la culpa se produce porque:

• Nos guiamos por un sistema de pensamiento polarizado, rígido, negativo, sobredimensionado o perfeccionista.
• Existen unas circunstancias especiales, en la que hay que tener en cuenta nuestras necesidades del momento,
• Pretendiéndolo o no, nuestra actuación no se adecua a nuestros valores.


Si se trata de los dos primeros casos, comprobamos que el código no es inamovible y por tanto podemos flexibilizar, contextualizar y dar más precisión y puntualización a la norma transgredida. No se trata de destruir la norma, sino de enriquecerla despojándola de su rigidez. Si la culpa se presenta por haber sido incoherentes con nuestro sistema de valores, habremos de responsabilizarnos de las consecuencias, hacernos cargo de lo que éstas supongan y pedir perdón a quien haya resultado dañado por nuestro comportamiento.

sábado, 28 de septiembre de 2013

DECÍDETE A SER MEJOR, EMPIEZA AHORA


Decídete a volar, abandona tu comodidad, enfrenta tus miedos e inseguridades, y sólo así, comenzarás a volar.  Si sientes que la vida no tiene sentido, que los problemas te están acabando, memoriza esta parábola:

"Un pájaro que vivía resignado en un árbol podrido en medio del pantano, se había acostumbrado a estar ahí, comía gusanos del fango y se hallaba siempre sucio por el pestilente lodo.  Sus alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre, hasta que cierto día un gran ventarrón destruyó su guarida; el árbol podrido fue tragado por el cieno y él se dio cuenta de que iba a morir.

En un deseo repentino de salvarse, comenzó a aletear con fuerza para emprender el vuelo, le costó mucho trabajo porque había olvidado cómo volar, pero enfrentó el dolor del entumecimiento hasta que logró levantarse y cruzar el ancho cielo, llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso."

Los problemas son como el ventarrón que ha destruido tu guarida y te están obligando a elevar el vuelo o a morir.  Nunca es tarde. No importa lo que se haya vivido, no importan los errores que se hayan cometido, no importa las oportunidades que se hayan dejado pasar, no importa la edad, siempre estamos a tiempo para decir basta, para oír el llamado que tenemos de buscar la perfección, para sacudirnos el cieno y volar alto y muy lejos del pantano.  Abandona la vía segura y cómoda. Lánzate a la ruta incierta, llena de enigmas e inseguridades y hazlo solitariamente.  Dios te acompañará y te dirá qué camino tomar.

No olvides, cada día y varias veces al día, un pensamiento confiado en Dios.  En cada momento y en cada decisión importante, ten presente la imagen amorosa de Dios; no sólo para pedirle favores, a veces para agradecerle y otras ocasiones sólo para estar pendiente de su ayuda. Así, todas tus cosas siempre te saldrán bien.   Aún en acontecimientos que nos entristezcan o nos causan vergüenza y dolor, hay siempre algo valioso y positivo para aprender.   Aprende la lección de cada momento, aprovecha el aprendizaje de cada día; enriquecerás tu vida y crecerás como persona.

Una de las principales reglas para tener una buena relación con los demás y para sentirse mucho mejor en general es no exigir o pretender que los demás te traten como tú quisieras; cada cual tiene su punto de vista, unos sentimientos y una forma de ver las cosas diferentes. Si no recibes de ellos lo que esperas, puede ser por cualquiera de estas tres cosas: o no saben, o no pueden o no son capaces de dar lo que tú esperas de ellos; por tanto, no te auto castigues ni te hagas la víctima; si tú tienes más capacidad que otros para dar y tener empatía con los demás, es un don que te ha dado el Cielo, y por ello debes dar gracias a Dios.

Tu vida es importante, tú ocupas un lugar en el orden universal, tú te encuentras aquí, y ahora, cumpliendo una misión fundamental para quienes giran a tu alrededor; todo lo que tú haces o dices, dejas de hacer o de decir, influye o afecta positiva o negativamente en alguna otra persona. Tú tienes una gran responsabilidad en el orden del universo. Nada es intrascendente, nada es en vano. 

Cada persona que conoces y con quien te relacionas, trae consigo una lección importante para ti, algo que vale la pena aprender o algo que deberíamos evitar. No somos jueces, ni fiscales, ni supervisores de la vida de los demás.  Aprendamos discretamente la lección que cada ser humano representa, aprovechemos lo bueno de cada quien y procuremos evitar lo negativo, pero sin emitir juicios. Mejoraremos cada día un poco más.

Tú eres el conductor, el guía, el faro y la brújula de tu vida; tú eres el presidente ejecutivo de esa importante empresa que es tu vida; tú eres además el motor y la hélice para el desarrollo, avance y crecimiento de tu vida. Hazte responsable de lo que dices o dejas de decir, actúa con responsabilidad en lo que haces o dejas de hacer. Tu vida sólo depende de ti mismo.  Tú posees en tu interior, las capacidades suficientes para ser feliz y agradable, tanto como te lo propongas y desees serlo.


LA EXPERIENCIA DE UN DOCTOR EN EL MÁS ALLÁ


La famosa revista Newsweek sorprendía a muchos en su edición de Octubre 2012 con una portada y un titular impactante: "El cielo es real - La experiencia de un Doctor en el más allá". La revista publica un artículo escrito por un prestigioso neurocirujano estadounidense que luego de haber vivido una Experiencia Cercana a la Muerte (ECM), asegura haber visto y viajado al más allá. A continuación la traducción completa de la nota de Newsweek.

Como neurocirujano, yo no creía en el fenómeno de las experiencias cercanas a la muerte. Hijo de un neurocirujano, crecí en un mundo científico. He seguido el camino de mi padre y me convertí­ en un neurocirujano académico, enseñando en Harvard Medical School y otras universidades. Entiendo lo que ocurre en el cerebro cuando las personas están a punto de morir, y siempre había creído que había una buena explicación científica para los viajes celestiales fuera del cuerpo, descritos por aquellos que escapaban a la muerte por poco.

El cerebro es un mecanismo sorprendentemente sofisticado pero extremadamente delicado. Si se reduce la cantidad de oxígeno que recibe, así sea la cantidad más pequeña, este reaccionará. No era una gran sorpresa que las personas que habían sufrido un traumatismo grave regresaran de sus experiencias con historias extrañas. Pero eso no significaba que habían viajado a algún lugar real. Aunque me consideraba un creyente cristiano, era más de título que de creencia real. No me molestaban los que querían creer que Jesús era más que simplemente un buen hombre que había sufrido a manos del mundo. Simpatizaba profundamente con aquellos que querían creer que había un Dios en alguna parte ahí fuera que nos amaba incondicionalmente.

De hecho, envidiaba a esas personas la seguridad que esas creencias sin duda les proporcionaban. Pero como científico, simplemente creía que era incorrecto creer en eso. En el otoño de 2008, sin embargo, después de siete días en un estado de coma en el que se inactivó la parte humana de mi cerebro, el neocortex, experimenté algo tan profundo que me dio una razón científica para creer en la conciencia después de la muerte. Sé cómo pronunciamientos como el mío les suenan a los escépticos, así que voy a contar mi historia con la lógica y el lenguaje del científico que soy.

Muy temprano por la mañana, hace cuatro años, me desperté con un dolor de cabeza muy intenso. En cuestión de horas, mi corteza entera  toda la parte del cerebro que controla el pensamiento y la emoción, y que en esencia que nos hace humanos  se había apagado. Los médicos del Hospital General de Lynchburg en Virginia, un hospital donde yo mismo trabajaba como neurocirujano, determinaron que de alguna manera había contraído una meningitis bacteriana muy poco frecuente que ataca sobre todo a los recién nacidos. Bacterias de e. coli habían penetrado en mi líquido cefalorraquídeo y estaban comiendo mi cerebro.

Cuando entré en la sala de emergencias aquella mañana, mis posibilidades de supervivencia en algo más que un estado vegetativo ya eran bajas. Pronto estas posibilidades cayeron a casi nulas. Durante siete días estuve en un coma profundo, mi cuerpo sin respuestas, mis funciones cerebrales superiores totalmente fuera de línea. Luego, en la mañana de mi séptimo día en el hospital, mientras mis médicos consideraban si se suspendía el tratamiento, mis ojos se abrieron de golpe. No hay una explicación científica para el hecho de que mientras mi cuerpo estaba en estado de coma, mi mente  mi conciencia, mi yo interior  estaba viva y bien. Mientras las neuronas de mi corteza cerebral fueron aturdidas hasta su total inactividad por las bacterias que las habían atacado, mi conciencia liberada del cerebro había viajado a una diferente y mayor dimensión del universo: una dimensión que nunca había creído que podía existir, y que mi viejo yo previo al coma hubiera estado más que feliz explicando que se trataba de una simple imposibilidad.

Pero esa dimensión, a grandes rasgos, la misma que describen incontables personas que han vivido experiencias cercanas a la muerte u otros estados místicos, está ahí. Existe, y lo que vi y aprendí ahí me ha puesto literalmente en un mundo nuevo: un mundo en el que somos mucho más que nuestros cerebros y cuerpos, y donde la muerte no es el final de la conciencia, sino más bien un capítulo de un vasto e incalculablemente positivo viaje.

No soy la primera persona en tener evidencia de que la conciencia existe más allá del cuerpo. Breves y maravillosos destellos de este reino son tan antiguos como la historia humana. Pero hasta donde yo sé, nadie antes que yo haya viajado alguna vez a esta dimensión mientras su corteza estaba completamente apagada, y  mientras que su cuerpo estaba bajo observación médica al minuto, como lo estuvo mi cuerpo durante los siete días completos de mi estado de coma. Todos los argumentos principales en contra de las experiencias cercanas a la muerte sugieren que estas experiencias son el resultado de un mínimo, transitorio, o parcial mal funcionamiento de la corteza cerebral. Sin embargo, mi experiencia cercana a la muerte no tuvo lugar mientras mi corteza estaba funcionando mal, sino mientras estaba simplemente apagada.

Esto se desprende claramente de la gravedad y la duración de mi meningitis, y de la complicación cortical global documentada por los escaneos TC y exámenes neurológicos. Según el conocimiento médico actual sobre el cerebro y la mente, no hay absolutamente ninguna manera de que yo pudiera haber experimentado ni siquiera una conciencia débil y limitada durante mi tiempo en el estado de coma, y mucho menos la odisea híper vívida y completamente coherente que experimenté. Me tomó meses aceptar lo que me pasó. No solo la imposibilidad médica de que había estado consciente durante mi coma, pero más importante aún, las cosas que sucedieron durante ese tiempo. Hacia el comienzo de mi aventura, yo estaba en un lugar de nubes. Grandes, esponjosas, de color rosa-blanco, que se presentaron nítidamente en contraste con el profundo cielo negro-azul.

Más alto que las nubes, inconmensurablemente más alto, una multitud de seres transparentes y brillantes se movían trazando arcos por el cielo, dejando largos trazos como serpentinas detrás de ellos. ¿Pájaros? ¿Ángeles? Estas palabras las registré más tarde, cuando estaba escribiendo mis recuerdos. Pero ninguna de estas palabras hace justicia a estos seres, que eran, sencillamente, diferentes a todo lo que he conocido en este planeta. Eran más avanzados. Formas superiores. Un sonido, enorme y retumbante como un canto glorioso, descendió desde lo alto, y me pregunté si los seres alados lo estaban produciendo. Nuevamente, pensando en ello más tarde, se me ocurrió que la alegría de estas criaturas mientras volaban alto era tal, que tenían que emitir este sonido, y que si la alegría no salía de ellos de esta manera entonces simplemente no serían capaces de contenerla. El sonido era palpable y casi material, como una lluvia que se puede sentir en tu piel, pero que no te moja.

Ver y escuchar no estaban separados en este lugar donde ahora estaba. Podía escuchar la belleza visual de los cuerpos plateados de esos seres brillantes que estaban arriba, y pude ver la perfección creciente, alegre de lo que cantaban. Parecía que no se podía ver o escuchar ninguna cosa en este mundo sin volverse parte de ella, sin unirse con ello de alguna forma misteriosa. Una vez más, desde mi perspectiva presente, me permito sugerir que no se podría mirar hacia nada en ese mundo en absoluto, porque la palabra "hacia" en sí misma implica una separación que allá no existía. Cada cosa era distinta, pero cada cosa era también una parte de todo lo demás, al igual que los diseños ricos y entremezclados en una alfombra persa... o en el ala de una mariposa.

Se vuelve más extraño aún. Durante la mayor parte de mi viaje, alguien más estaba conmigo. Una mujer. Ella era joven, y me acuerdo de cómo era en detalle. Tenía los pómulos altos y ojos profundamente azules. Trenzas doradas enmarcaban su hermoso rostro. La primera vez que la vi, estábamos juntos cabalgando sobre una superficie con un intrincado patrón, que después de un momento me di cuenta que era el ala de una mariposa. De hecho, millones de mariposas estaban alrededor de nosotros, enormes y agitadas olas de ellas, que se zambullían en un bosque y volvían de nuevo a nuestro alrededor. Era un río de vida y color, moviéndose a través del aire.

La vestimenta de la mujer era simple, como la de un campesino, pero sus colores en polvo azul, índigo y pastel de naranja-durazno tení­an la misma abrumadora y súper vívida vitalidad que todo lo demás. Ella me miró con una mirada que, si la vieras durante cinco segundos, haría que tu vida entera hasta ese punto valiera la pena, sin importar lo que haya ocurrido en ella hasta ahora.

No era una mirada romántica. No era una mirada de amistad. Era una mirada que de alguna manera estaba más allá de todo esto, más allá de todos los diferentes tipos de amor que tenemos aquí en la tierra. Era algo superior, que contenía todos estos tipos de amor en sí mismo, mientras al mismo tiempo era mucho mayor que todos ellos.

Sin pronunciar una sola palabra, ella me habló. El mensaje me atravesó como un viento, y al instante comprendí que era cierto. Lo supe de la misma manera en que supe que el mundo que nos rodeaba era real, no era una fantasía pasajera e insustancial. El mensaje tenía tres partes, y si tuviera que traducirlas al lenguaje terrenal, sería algo como esto:

"Ustedes son amados y apreciados, muchísimo y para siempre."
"No tienes nada que temer."
"No hay nada que puedas hacer  mal."



El mensaje me inundó con una inmensa y loca sensación de alivio. Era como si me hubieran entregado las reglas de un juego al que había estado jugando toda mi vida sin nunca haberlo comprendido plenamente.

"Te vamos a mostrar muchas cosas aquí", dijo la mujer, una vez más, sin llegar a utilizar estas palabras, sino transmitiéndome directamente su esencia conceptual. "Pero eventualmente vas a regresar". Para ello, solo tenía una pregunta. ¿Regresar a dónde?

Un viento cálido soplaba, como los que surgen en los días más perfectos de verano, sacudiendo las hojas de los árboles y fluyendo como agua celestial. Una brisa divina. Esto cambió todo, transformando el mundo a mi alrededor en una octava incluso más alta, una vibración más alta. A pesar de que aun tenía una pequeña función del lenguaje, al menos la idea que tenemos  en la Tierra, sin decir palabras comencé a formular preguntas a este viento, y al ser divino que sentía que trabajaba detrás de mí o dentro de mí.

¿Dónde está este lugar?
¿Quién soy yo?
¿Por qué estoy aquí?

Cada vez que expresé silenciosamente una de estas preguntas, la respuestas llegaron inmediatamente, en una explosión de luz, color, amor y belleza que soplaba a través de mí como una ola rompiendo. Lo más importante de estas explosiones es que no callaban mis preguntas abrumándolas. Respondían a las preguntas, pero de una forma que pasaba el lenguaje por alto. Los pensamientos me entraban directamente. Pero no era pensamiento como lo experimentamos en la Tierra. No era vago, inmaterial o abstracto. Estos pensamientos eran sólidos e inmediatos, más calientes que el fuego y más húmedos que el agua, y mientras los recibía era capaz de comprender al instante y sin esfuerzo conceptos que me habría llevado años comprender plenamente en mi vida terrenal.

Seguí avanzando y me encontré ingresando en un inmenso vacío, completamente oscuro, infinito en tamaño, pero también infinitamente reconfortante. Era profundamente negro pero a la vez rebosante de luz: una luz que parecía venir de un orbe brillante que ahora sentía más cerca de mí. El orbe era una especie de intérprete entre mí y esta vasta presencia que me rodeaba. Era como si yo estuviera naciendo a un mundo más grande, y el propio universo era como un útero cósmico gigante y el orbe (que sentí estaba conectado de alguna manera con, o incluso era idéntico a la mujer sobre el ala de la mariposa) fue guiándome a través de él.

Más tarde, cuando volví, me encontré con una cita del Siglo XVII, del poeta cristiano Henry Vaughan, que estuvo muy cerca de describir este lugar mágico, este núcleo vasto y negro como tinta, que era el hogar de la misma Divinidad.

"Hay, dicen algunos, en Dios, una oscuridad profunda pero deslumbrante" Eso era exactamente: una negra oscuridad que también estaba rebosante de luz. Sé muy bien cuan extraordinario, cuan francamente increíble, todo esto suena. Si alguien, incluso un médico, me hubiera contado una historia como ésta en los viejos tiempos, hubiera estado bastante seguro de que estaba bajo el hechizo de algún delirio. Pero lo que me pasó fue, lejos de ser delirante, tan real o más real que cualquier otro acontecimiento en mi vida. Eso incluye el día de mi boda y el nacimiento de mis dos hijos.

Lo que me pasó exige una explicación.

La física moderna nos dice que el universo es una unidad que es indivisible. Aunque parece que vivimos en un mundo de separación y diferencia, la física nos dice que debajo de la superficie, cada objeto y acontecimiento en el universo está completamente entretejido con todos los demás objetos y eventos. No hay verdadera separación. Antes de mi experiencia de estas ideas eran abstracciones. Hoy son realidades. El universo no solo está definido por la unidad, sino también, ahora lo sé, definido por el amor. El universo como lo experimenté en mi estado de coma es, he descubierto con sorpresa y alegría  el mismo sobre el cual tanto Einstein y Jesús habían hablado en sus (muy) diferentes maneras.

He pasado décadas como neurocirujano en algunas de las instituciones médicas más prestigiosas de nuestro país. Sé que muchos de mis compañeros se aferran, como yo en el pasado, a la teoría de que el cerebro, y en particular la corteza, genera la conciencia y de que vivimos en un universo desprovisto de cualquier tipo de emoción, y mucho menos del amor incondicional que ahora sé que Dios y el universo tienen hacia nosotros. Pero esa creencia, esa teoría, ahora yace rota a nuestros pies. Lo que me pasó la destruyó, y tengo la intención de pasar el resto de mi vida investigando la verdadera naturaleza de la conciencia y difundiendo el hecho de que somos más, mucho más, que nuestro cerebro físico, lo más claro que pueda, tanto hacia mis colegas científicos como hacia la gente en general.

No espero que esto sea una tarea fácil, por las razones que he descrito anteriormente. Cuando el castillo de una vieja teoría científica comienza a mostrar líneas de falla, al principio nadie quiere prestar atención. En primer lugar, el antiguo castillo simplemente ha tomado mucho trabajo para ser construido, y si se cae, uno completamente nuevo tendrá que ser construido en su lugar.

Esto lo aprendí de primera mano después de que estuve lo suficientemente bien como para volver a salir al mundo y hablar con otras personas, es decir, que no sean mi sufrida esposa, Holley, y nuestros dos hijos, acerca de lo que me había pasado. Las miradas de incredulidad, especialmente entre mis amigos médicos, pronto me hicieron ver la gran tarea que tendría para que la gente comprendiera la enormidad de lo que había visto y experimentado esa semana mientras mi cerebro estaba apagado.

Uno de los pocos lugares en los que no tuve problemas para transmitir mi historia era un lugar que antes de mi experiencia había visto bastante poco: la iglesia. La primera vez que entre en una iglesia después de mi coma, veía todo con ojos nuevos. Los colores de los vitrales me recordaron la luminosa belleza de los paisajes que había visto en el mundo de arriba. Las notas bajas profundas del órgano me recordaron como los pensamientos y emociones en ese mundo son como olas que se mueven a través de ti. Y, lo más importante, una pintura de Jesús partiendo el pan con sus discípulos evocó el mensaje que permanece en el corazón mismo de mi viaje: que somos amados y aceptados incondicionalmente por un Dios aun más grande e insondablemente glorioso que el que me habían enseñado  en la escuela dominical.

Hoy en día muchos creen que las verdades espirituales vivas de la religión han perdido su poder, y que la ciencia, no la fe, es el camino a la verdad. Antes de mi experiencia tenía una fuerte sospecha de que ese era el caso para mí. Pero ahora entiendo que esta opinión es demasiado simple. El hecho cierto es que la imagen materialista del cuerpo y el cerebro como los productores, en lugar de los vehículos, de la conciencia humana, está condenada. En su lugar, una nueva visión de la mente y el cuerpo va a surgir, y de hecho ya está emergiendo. Este punto de vista es científico y espiritual en igual medida y valorará lo que los más grandes científicos de la historia siempre se han valorado por sobre todo: la verdad.

Esta nueva imagen de la realidad tomará mucho tiempo en armarse. No va a estar terminada en mi tiempo, o incluso, sospecho, tampoco en el tiempo de mis hijos. De hecho, la realidad es demasiado vasta, demasiado compleja y demasiado irreductiblemente misteriosa para que una imagen de ella alguna vez llegue a estar absolutamente completa.
Pero, en esencia, esta imagen mostrara al universo en evolución, multidimensional, y conocido en detalle hasta cada uno de sus últimos átomos por un Dios que nos cuida mucho más profunda y apasionadamente que cualquier padre que alguna vez haya amado a su hijo.

Aun sigo siendo un doctor, y aun sigo siendo un hombre de ciencia, casi exactamente igual a como era antes de que tuviera mi experiencia. Pero en un nivel más profundo soy muy diferente a la persona que era antes, porque he podido vislumbrar esta imagen de la realidad que está surgiendo.

Y puedes creerme cuando te digo que va a valer la pena cada pequeño paso de la labor que nos llevará, y a los que vienen después de nosotros, para llegar a comprenderla bien.

Dr. Eben Alexander

The Daily Beast, 08 de Octubre 2012