sábado, 28 de septiembre de 2013

- POEMA DE UN HIJO A SU PADRE


 No me des siempre todo lo que pida, a veces yo sólo pido para ver hasta cuánto puedo obtener.
No me des siempre órdenes; si en vez de órdenes a veces me pidieras las cosas lo haría más rápido y con más con gusto.
No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debes hacer, decídete y mantén esa decisión
Cumple las promesas buenas o malas; si me prometes un premio, dámelo. Pues también si es un castigo.
No me compares con nadie. Especialmente con mis hermanos o hermanas. Si tú me haces lucir peor que los demás seré yo quien sufra. No me corrijas mis faltas delante de nadie, enséñame a mejorar  cuando estemos solos. No me grites, te respeto menos cuando lo haces y me enseñas a gritar a mí también, y yo no quiero hacerlo.
No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro.
Me haces sentir mal y perdería la fe en ti y en lo que dices.
Cuando yo haga algo malo, no me exijas que te diga el “por qué” lo hice. A veces ni yo mismo lo sé.
Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos, ya que porque seamos familia, eso no quiere decir que no podamos ser amigos también.
No me digas que haga una cosa y tú no la haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas. Enséñame a amar y a conocer a Dios, porque de nada vale si yo no veo que ustedes no conocen y aman a Dios.

Cuando yo te cuente un problema mío, no me digas “no tengo tiempo para boberías” o  “eso no tiene importancia” trata de comprenderme y ayúdame. Y quiéreme y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir aunque no lo creas necesario decírmelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario por favor.